Había una vez un reino, con un
monarca campechano querido y respetado por sus súbditos, dedicaba la
mayor parte de su tiempo a hacer lo que debe hacer un rey, navegar,
cazar, asistir a banquetes con altos cargos empresariales, bodas,
eventos de la alta sociedad y en fin todo tipo de labores propias de un
monarca.
Al ser un rey tan ocupado
disponía de ministros que se ocupan de gobernar el país, personas de
confianza que no eran escogidas por él, si no que era el pueblo con sus
votos quien los elegía, eso si, de entre una lista limitada y
consensuada de candidatos.
El reino funcionaba muy bien a
nivel económico, los presupuestos del estado, se diluían en comisiones,
pagos en negro, fraudes y fuga de capitales.
Todo el mundo lo sabia pero a
todo el mundo agradaba, pues todos pensaban con lógica aplastante que
ellos harían lo mismo en el caso de que pudiesen.
Pero llego un momento en que no
se podía sostener el ritmo de buen vivir del reino, al haber traspasado
tanto capital publico a cuentas privadas en el extrangero el reino
sufrió una pequeña crisis, entonces como un milagro el país vecino se
ofreció amablemente a hacerles un sustancioso préstamo a pagar en
cómodos plazos tanto el capital como los intereses.
Que felices fueron los habitantes del reino !!!!
De inmediato se pusieron a
construir viviendas en todas partes, especialmente en la maravillosa
costa que casi rodeaba el reino, construyeron aeropuertos, lineas
ferroviarias, hospitales, carreteras etc. todo el mundo tenia trabajo,
unos de sol a sol y otros administrando tan suculento préstamo.
Así fue como los súbditos del
reino se vieron capaces de comprar una o varias casas, era un negocio
estupendo, la compraban ahora y dentro de unos años la podían vender
doblando su valor, así con un poco de suerte en cuatro días podrían
vivir como reyes.
Pero sucedió lo inevitable, el
amable vecino sintió envidia de tanta felicidad y prosperidad y exigió
que le fuera devuelto el préstamo.
Todo el reino se horrorizo pues
no estaban preparados para desprenderse de su modo de vida alegre y
despreocupado, el pueblo no quería abandonar sus sueños de vivir como
reyes, los ministros no querían abandonar su potestad de administrar y
el rey no quería dejar de ejercer sus labores reales. Mas, el vecino fue
implacable, tomo las riendas del reino y empezó a gobernar a su manera,
mucho mas austera y controlada, fue una invasión en toda regla, sin que
ni un soldado pusiera el pie en el reino tomaron el control de la
economía y con ella de la vida de los habitantes del reino
Pero ni uno solo se dio por
enterado, la familia real seguía con sus funciones, el gobierno se
reunía como siempre en el parlamento, solo que debatían leyes que no
eran propias si no del cruel vecino, la gente del pueblo perdió el
trabajo, las casas que con tanta ilusión habían comprado, el dinero que
había invertido en bancos, todo lo perdieron, mas seguían sin enterarse,
seguían esperando un golpe de suerte para poder vivir como reyes.
Así las cosas, no hubo
protestas, nadie se quejo de la situación, todo el mundo aceptaba las
nuevas normas como algo normal, a la espera de mejorar y volver a ser la
envidia del país vecino, no se dieron cuenta de que ya no hera el país
vecino si no el país invasor y que el reino se había convertido en una
provincia de un país extrangero
Pilar
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